Antes que todo: ¿qué es una palabra?

Una pregunta que ha atormentando a muchos gramáticos a lo largo de la historia es ¿qué es una palabra? Todos tenemos un conocimiento, como diría Hegel, claro pero no distinto de lo que es una palabra. Sabemos lo que es, pero se nos hace difícil explicitar dicho conocimiento. Nuestro objetivo en esta breve nota es equiparar la noción intuitiva de palabra con la de frase.

Lo primero que debemos hacer es eliminar la idea de que una palabra es ese momento entre dos espacios que vemos sobre un papel. La escritura es posterior y, si se quiere, artificial frente a la palabra hablada. Una excelente manera de probar esta noción errada de «palabra» es ver otras lenguas en el mundo, ya que como es fácil comprobar, un significado que corresponde en una lengua a una unidad, en otra utiliza más de una unidad para su formulación. En quechua, por ejemplo, <wasiy> y <mi casa> significan lo mismo. Como decíamos, en una lengua se utiliza una unidad ensamblada y en la otra dos, respectivamente. Si seguimos el análisis podemos reconocer dos elementos en estas construcciones: 1) un elemento semántico pleno, <wasi> y <casa>; y, 2) elementos que no pueden aparecer independientemente de estos elementos plenos: <-y> y <mi>. Estos últimos, no solo son dependientes de la raíz, sino que también pueden variar modificando la relación con el elemento nominal como, por ejemplo, <wasin> y <su casa>.  ¿Qué características presenta esta relación de elementos? Podemos sugerir que estos elementos dependientes se integran a los independientes que, por lo general, son elementos con semática plena y, como suele suceder en las lenguas del mundo, poseedores de la cumbre acentual. La suma de estos elementos nos produce una «palabra». Es decir, una palabra sería un elemento de semántica plena, con una cumbre acentual a la cual se le anexan los elementos dependientes. En este punto es sencillo equiparar la noción de «frase» con la noción de «palabra». Es por eso que <wasiy> y <mi casa> pueden reconocerse como las mismas unidades, una sola palabra en las dos lengua, o mejor dicho una sola frase, bajo esta noción. Pasemos, ahora sí, a analizar el contenido básico de estas las distintas palabras o frases, que, en este punto, son estrictamente lo mismo.

¿Existe la morfología?

Esta es una pregunta interesante para comenzar algún estudio sobre la naturaleza de la palabra. Primero, hay que responder a qué nos referimos aquí con morfología. Esta palabra tiene tres acepciones: 1) procesos que sufre la palabra; 2) una disciplina dentro de la gramática; y 3) un componente dentro de la competencia del hablante. Es un concepto, a la vez, 1)  descriptivo, 2)  institucional (no encuentro otro nombre para esta acepción) y 3) cognitivo. Desde nuestro punto de vista, el número 2) es irrelevante para nuestro trabajo de investigación; sin embargo, 1) y 3) están relacionados, si es que asumimos que estos procesos tienen lugar en la mente del hablante. En ese sentido, 3) implicaría a 2), sin inconvenientes. Pero ahí debemos hacer una pequeña distinción: reconocemos la existencia de procesos morfológicos, pero no de un componente (cognitivo) exclusivo para estos procesos, como los es por ejemplo, el componente semántico, fonológico o sintáctico. Hay, por lo menos, dos razones para suponer esto: a) todo proceso, ya sea flexivo, derivativo o de composición apunta a la sintaxis, sino estos se quedan en un simple juego de unidades, y b), si a) es verdad, deberíamos quedarnos, por un principio de economía conceptual, con el aparato computacional de la sintaxis asignándole al mismo el poder sobre la palabra que vemos en los procesos morfológicos. Esta asunción no es tan fácil de integrar, ya que implica que todos estos procesos morfológicos estarían regidos por los mismos principios que rigen a la sintaxis.

Lo que queda por demostrar, entonces, es que todos los procesos morfológicos pueden ser resueltos por el componente sintáctico y sus diversas características. Tenemos que realizar explicaciones de los siguientes procesos: flexión nominal, flexión verbal, composición y derivación. Para no cargar esta entrada con mucha información, cada uno de estos puntos será el tema de cuatro post próximos. Así que, un poco de paciencia.

Hay un punto donde la situación se pone un poco más complicada. Muchas lenguas del mundo integran diversos matices pragmáticos a partir de recursos morfológicos. Por ejemplo, el quechua tiene sufijos para explicitar dos grandes áreas temporales: un tiempo realizado y uno no realizado. El sufijo [-rqa] corresponde al pasado en el castellano y es la marca de pasado experimentado. La marca [∅] (asumimos que la marca de presente es [Ø], ya que es lo que antecede a los sufijos de persona verbal también pertenece a esta área temporal. Asimismo, tenemos un tiempo no-realizado [-sqa] (este sufijo es, únicamente, de primera persona. Las persona del tiempo no-realizado cambian en cada caso). Hasta ahí, las novedades son mínimas. Sin embargo, dentro del tiempo realizado hay una distinción codificada también morfológicamente: el tiempo realizado experimentado [-rqa] y no experimentado [-sqa]. Ahí surge una pregunta, por no decir, un pequeño calambre mental: cómo es posible que un tiempo realizado pueda ser no experimentado. La verdad, es más sencillo de lo que parece, pero es un matiz pragmático, o si se quiere, semántico. Este sufijo es utilizado para situaciones en las que el agente de la oración no es consciente de lo que sucede y no se considera responsable de sus actos. Situaciones como estas, como cuentan los hablantes de esta lengua andina, son los efectos de la ebriedad o alguna droga. También se utilizan estos sufijos para hablar de situaciones de carácter mítico o de narraciones sobre la cual no se puede tener conocimiento directo. Otro caso que podemos encontrar en el quechua es el de los reportativos. Tanto de los de primera mano [-m] como los de segunda mano [-s], dan cuenta del origen de la información transmitida. Si el hablante maneja esta información por conocimiento propio sufija al sujeto oracional el reportativo de primera mano [-m], o si esta le fue transmitida por otra persona, caso en el que sufija el reportativo de segunda mano [-s]. Estas marcas tienen un eminente carácter discursivo y son mecanismos que han permitido integrar gramaticalmente funciones comunicativas. Parecerían responder, desde nuestro punto de vista, a un tipo de proceso post-sintáctica, ya que la marca solo varía por una cuestión de contexto y no por motivación formal, como la asignación de caso, por ejemplo. Lo que sucedería, y es lo que tiene que asumir un análisis sintáctico de la palabra es a «silenciar» o «reducir» la posiblidad de explicitar estos matices en la descripción sintáctica. Se pierden sutilezas por ganar una generalidad mayor. Desde nuestro punto de vista, no es un problema muy grave si es que tenemos presente que nuestro objetivo es la universalidad de estos procesos.

La morfología -como conjunto de procesos que actúan sobre la palabra- es el lugar donde la sintaxis, como procedimiento formal, puede entrar en problemas: es similar al umbral de eventos de un agujero negro. ¿Por qué esta analogía? Los procesos morfológicos tienden a ser el lugar donde la semántica, la pragmática y la sintaxis se encuentran generando las diversas posibilidades expresivas y organizativas de una lengua. Una vez que se aleja de este umbral, la morfología se vuelve sintaxis a través de un proceso histórico. Una vez que se está más cerca del agujero negro (llamémosle también pragmática), las posibilidades y los matices expresivos son altísimos, generando dificultades en su formalización por el alto contenido pragmático que presentan. Por ello, desde los primeros gramáticos existe un mantra sobre este tema: la morfología del ayer, es la sintaxis del mañana. Para nosotros, la morfología es el umbral por donde el mundo analógico pasa a ser digitalizado en sintaxis.

Teoría θ (parte 2): una cuestión de sujeto

Como indicamos en el post anterior, algunas posiciones-A no pueden recibir papel-θ. Veamos el siguiente ejemplo:

Juan parece muy feliz

En este caso [Juan], que ocupa una posición-A, la de sujeto, no recibe rol temático del verbo [parece], ya que este es impersonal. Qué sugiere esta situación. Al parecer, dos cosas: 1) que [Juan] está generado dentro del domino de [parece] y que luego se desplaza a la posición donde se pronuncia en la oración, es decir, antes del verbo. Y 2), como una generalización más fuerte, todas la oraciones siempre solicitan un sujeto.

La primera característica nos permite introducir la distinción entre argumento interno y argumento externo. La distinción entre estas nociones reside en el tipo de relación que mantienen con el verbo principal de la oración. Por ejemplo, cuando un verbo y su complemento modifican el rol de un sujeto, podemos asumir que el sujeto es un argumento externo al no estar fuertemente vinculado con el verbo. Este es un ejemplo de esta situación:

Juan tiene (dinero/calor)

En este caso, Juan puede tener un rol de agente-posesor o el de un experimentador dependiendo de qué argumento seleccione el verbo.

Por otro lado, y esto es lo curioso en este punto, algunos sujetos pueden generarse dentro del dominio verbal y luego ocupar la posición-A de sujeto. Esto se evidencia en su fuerte vínculo:

Las flores han crecido
Juan ha llegado
Pedro llegó

Estos casos sugieren que tanto [Las flores], [Juan] o [Pedro] han surgido inicialmente dentro del dominio del verbo. Es decir que tanto las [Las flores], [Juan] y [Pedro] surgen como complementos del verbo igual que los objetos y luego se desplazan a una posición-A donde reciben el caso nominativo. Esto también permite hacer una distinción entre verbos intransitivos, reconociendo que unos seleccionan argumentos externos como en [Juan sonríe] y otros seleccionan un argumento interno como en [La rumba ha llegado]. Para más evidencia de esta situación debemos ver que solo las construcciones intransitivas con argumento interno soportan construcciones de participio absoluto:

*Sonreido Juan
Llegado Juan

Ahora bien, el hecho de que [Juan] haya tenido que moverse al inicio de la oración en [Juan parece muy feliz] responde a dos circunstancias: al ser una posición-A sin rol-θ la convierte en una “pista de aterrizaje” libre para algún elemento desplazado. En este caso, el desplazamiento está motivado por una condición universal de las lenguas; la característica 2): toda oración debe tener sujeto. La pregunta que cae por su propio peso es: ¿por qué? Las oraciones tienen una inobjetable naturaleza predicativa, por lo cual es importante que exista un sujeto sobre el cual predicar, ya sea este formal o explícito. Es lo que de fondo demandan los rasgos flexivos del verbo. Tener un objeto, por ejemplo, no es una necesidad oracional, sino más bien la propiedad de algunos verbos. Evidencia de esto, de la necesidad de un sujeto, es la aparición en algunas lenguas de expletivos:

It rains
Il pleut
(Expletivo) llueve

Lo que variaría en las lenguas sería la realización fonética de estos expletivos: en algunas como en el inglés y el francés, sí deben realizarse fonéticamente y en el castellano, no.

Hay más puntos que desarrollar aún en la teoría-θ, pero lo dejaremos para más adelante.

Teoría θ (parte 1): qué es un argumento

Gramática

Dentro de los estudios de sintaxis existe un uso particular del término “argumento”. Este no es una razón para sustentar una tesis y menos el componente de un texto escrito de corte, valga la redundancia, argumentativo.

Algunas palabras determinan los roles y funciones que desempeñan las unidades sintagmáticas dentro de una oración. A estos roles asignados se les denomina papeles temáticos o papeles-θ y a las unidades seleccionadas argumentos . Los papeles-θ son asignados a través de los núcleos léxicos a sus argumentos. Por ejemplo, el verbo “estornudar” selecciona un argumento y asigna un rol-θ: selecciona un elemento nominal como argumento para que sea el sujeto de la oración y le asigna el papel de agente. Un verbo como “saquear” selecciona dos argumentos y asigna dos roles-θ: un agente y un paciente, respectivamente. Y “entregar” selecciona tres argumentos y asigna tres roles: un sujeto, un objeto y objeto indirecto son los argumentos y estos tienen los roles de agente, paciente y beneficiario, respectivamente.

Como se puede ir sospechando, existe una estrecha relación entre asignación de papeles-θ y posiciones dentro de la estructura sintáctica: los papeles-θ son asignados a sintagmas que aparecen en posiciones específicas. Las posiciones en que un sintagma puede recibir papel-θ se denomina posición-A y se denomina posición-A’ a una posición que no recibe papel temático. Las posiciones-A usuales son la de sujeto, complementos categorizados por verbos o preposiciones. Las posiciones-A’ son la de los elementos adjuntos: sintagmas que proporcionan información no obligatoria al núcleo verbal.

Algunos verbos suelen complicarnos el aparente panorama uniforme de esta asignación de roles a los argumentos. Pero este tema, lo dejamos para la siguiente entrega.

“yo no quiero comer pastel de acelga”

Riega tu signoOraciones como la del título de este post nos presentan un hecho de las lenguas naturales: la presencia de formas verbales no personales.

El castellano tiene tres formas no personales del verbo, los también conocidos verboides, a saber, el infinitivo (por ejemplo, comer), el participio (comido) y el gerundio (comiendo). Se les conoce así por no concordar con los rasgos del sujeto de la oración. Cuando estas formas no personales se combinan con verbos auxiliares (ser, estar u otro verbos) forman verbos compuestos (por ejemplo, “haber amado” o “habiendo temido”). Sin embargo, pueden aparecer, como en nuestro ejemplo, sin dichos verbos auxiliares.

Para empezar, lo que debe quedar claro en este punto es que [quiero comer] no forma un núcleo compuesto. Es más [comer pastel de acelga] representa en nuestro ejemplo el complemento directo del verbo [quiero]. A este tipo de complementos se le conoce como Subordinada sustantiva de infinitivo, donde justamente el infinitivo tiene el papel del núcleo de la subordinada, pero que, frente a [quiero] presenta una jerarquía sintáctica menor.

Existen tres maneras de construir oraciones compuestas a través de formas verbales no personales. Veamos.

1.- Infinitivo

El infinitivo suele tener funciones de sustantivo, por lo cual forma, como vimos, Subordinadas sustantivas de infinitivo y cumplen, como es esperable, las funciones de un sustantivo como el ser sujeto, complemento directo, una frase sustantiva o un pronombre.

a) Sujeto

  • A juan le gusta [correr de noche].

b) Complemento directo

  • Los piratas desean [encontrar un barco].

c) Complemento de una frase preposicional

  • Tengo un carro [ para [correr]].

2.-Gerundio

El gerundio, por lo general, cumple funciones equivalentes a las de un adverbio; en este sentido, suele desempeñarse como el complemento circunstancial de una frase verbal. A este tipo de compuesto se le conoce como Subordinada adverbial de gerundio, como en el siguiente caso:

  • El perro descansaba [roncando muy bajito].

3.-Participio

El participio suele cumplir funciones de adjetivo; por lo tanto, las Subordinadas adjetivas de participio se desempeñan como modificadores de sustantivo:

  • [El terreno [desalojado hoy día]] no es uniforme.

El comportamiento de los denominados verboides es amplio. Siempre fue uno de los puntos más complicados de tratar por los gramáticos de todas las épocas, quizá por ser un área de encuentro entre la sintaxis y la morfología de las lenguas naturales. Hay otros aspectos sobre este tópico. Pero los mismos los desarrollaremos en otra ocasión.

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